La casualidad que me regaló una de las mujeres más especiales que conozco.
Corea del Sur fue una experiencia distinta. Un viaje donde pasaron cosas inesperadas que no solo me llevaron a ver lugares nuevos, sino también a confiar, soltar, y recordar que incluso los errores pueden ser regalos disfrazados. A veces los viajes no solo nos llevan a lugares, también nos cruzan con personas que, sin saberlo, llegan para quedarse. Corea del Sur fue eso para mí. Un país que no solo me enamoró con su comida, su orden y su gente, sino que me regaló a alguien que hoy puedo llamar amiga del alma.
Mi viaje a Corea empezó a bordo del crucero. La primera parada del barco era en una isla llamada Jeju Island, luego hacía una parada en Yeosu y, por último, todos desembarcamos en Seúl. Jeju es una isla que parece de otro planeta. Acantilados y muchos campos de flores. Caminar por Seongsan Ilchulbong (el Sunrise Peak) al amanecer me hizo sentir chiquita frente a la naturaleza. Jeju es una isla que parece sacada de un cuento. Todo es verde, amplio, y con un silencio especial. Subí hasta Seongsan Ilchulbong, ese cráter con vistas demasiado increíbles donde se ve el sol salir como si fuera una película. Jeju tiene algo de magia: los campos de mandarinas (que delicia), las Haenyeo (mujeres buceadoras que pescan sin oxígeno), los tubos de lava, el viento. Me sentí en paz, y eso ya es mucho decir. Probé mandarinas frescas, exploré tubos de lava, y me sorprendió la calma con la que todo sucede allí.
Luego llegó Yeosu, una ciudad mucho menos turística, pero con una energía suave y bonita. El puente iluminado de noche, los mercados con mariscos recién sacados del mar, y la vista infinita desde los funiculares fueron parte de esos momentos que se graban y quedan en tu mente. Yeosu es uno de esos lugares que no suelen estar en las guías pero que vale la pena conocer. Caminé por su puente colgante, vi la ciudad desde un teleférico sobre el mar y me perdí en sus mercaditos. No es un sitio de grandes atracciones, pero tiene esa energía que solo tienen los lugares que no pretenden nada. Y eso también se agradece. Allí fue donde más hablé con locales, sin compartir idioma, solo gestos y sonrisas. A veces eso basta.
Luego era hora de terminar mi crucero de 14 noches, desembarcando en Seúl. Llevaba demasiadas maletas por las compras que hice en Japón, estaba agotada, un poco confundida. Apenas me bajé del barco lo primero que pensé fue: “wow, realmente me siento muy lejos de mi casa, pero esto es otro mundo”. Calles llenas de movimiento, letreros que no entendía pero que me encantaban sumado a ese paisaje moderno que enamora. No habían pasado ni 15 minutos y yo estaba ansiosa por empezar a recorrer la ciudad.

Seúl sería mi último puerto del viaje, pero para mi alma fue una nueva experiencia. Llegué con las maletas llenas de recuerdos de Japón, pero con el corazón abierto a todo lo que no sabía que aún necesitaba encontrar. Tenía 6 maletas y una vida entera empacada en ellas.
En el puerto, encontré un taxi. Entre el ajetreo de las maletas y de buscar un taxi me subí a uno que no podía llevarme por la cantidad de maletas que llevaba. Me bajé olvidando mi backpack en la silla trasera del taxi. En esa maleta llevaba mi pasaporte, las cámaras, mi iPad, mi computador, mi billetera, todo. El pánico me envolvió, me sentí sola, extranjera y perdida. Sin poder hablar el idioma me sentí 100% limitada. Pero fue entonces cuando Seúl me tendió la mano.
Dos chicas, de la nada, aparecieron hablando inglés, al ver mi cara de frustración me preguntaron lo que pasaba y les conté. Era difícil poder hablar fluido con ellas, pero con sus gestos, su calidez, decían todo lo que yo necesitaba escuchar. Sin embargo, me hablaba un poco mas con la que entendía más inglés por obvias razones. Ella buscó al taxista con la placa del carro que yo le había proporcionado, lo llamó, se comunicó con él y después de una hora de espera, él llegó con mis pertenencias y yo no podía creerlo. Ese día ellas no solo me ayudó, sino que ambas se transformaron en mis amigas durante todo el viaje a Seúl y mis angelitos salvadores. Sin compartir una lengua, nos entendimos perfectamente. De la mano de ellas, Corea dejó de ser una simple postal y se convirtió en un sueño hecho realidad. Ella se volvió mi cómplice de viaje, mi consejera, mi guía, me llevó a lugares secretos que no salen siempre en internet como los más turísticos. Con ella Seúl se convirtió en algo más grande que una simple ciudad: se volvió un recuerdo especial, una amistad eterna y una gratitud infinita. Gracias a ellas recuperé mi maleta, y con ellas, el viaje completo. Sin esa ayuda, mi historia en Corea hubiera terminado diferente. Desde ese día, seguimos en contacto. Nos reímos, nos contamos cosas, y hoy puedo decir que somos grandes amigas. Eso es lo lindo de viajar por el mundo: las amistades que se hacen.
Por último, Seúl, vibrante, rápida, llena de contrastes. En un día puedes pasar de un templo silencioso como Gyeongbokgung a la hiperactividad de Myeongdong en segundos. Y cada uno te da algo distinto. Me perdí entre cafés temáticos, tiendas diminutas, ríos urbanos y barrios que parecen cápsulas del tiempo como Bukchon Hanok Village. Pero lo que más me sorprendió de Seúl fue cómo, detrás de todo el brillo moderno, hay un profundo respeto por lo tradicional, porque realmente es la ciudad más moderna y avanzada que conozco
Recomendaciones prácticas:
- Lleva la T-Money Card para moverte fácil en bus y metro. Es muy práctica.
- Los cafés en Corea son una experiencia en sí misma. Algunos tienen temática de bibliotecas, otros de perritos. ¡Recorrelos!
- No olvides pasar por Olive Young para comprar el mejor skincare del mundo y original. Y digo original porque hay muchas tiendas callejeras que venden los mismos productos más baratos, pero no son originales. Si, también venden réplicas de esos productos.
- Ve al mercado de pescado de Noryangjin en Seúl, y si puedes, prueba el sashimi fresco ahí mismo.
- Ve a Myeongdong y prueba los tteokbokki y los hotteok. ¡Vas a agradecérmelo!
Lo que me llevé:
- Una mejor amiga que me encontró por accidente y me devolvió algo más que una maleta.
- El valor de dejar que el viaje sorprenda.
- Y la certeza de que Corea es mucho más que K-pop y dramas: es calidez, hospitalidad y encuentros que cambian la vida.
En un próximo blog les contaré sobre los sitios turísticos más importantes de Seúl y también sobre esos rincones no tan turísticos que merecen ser descubiertos..